Hoy es un día triste. Una llamada que como cualquier otra podría haber sido una simple caida en la rutina, esta vez se ha encargado de hacerme ver uno de los mal pasares de la vida... Scuby, el perro de mi abuela, el perro de mi primo.... mi perro, ha muerto.
Scuby no era un perro especialmente fuerte, llamativo. Scuby "tan solo" era un simpático perro sin raza, de blanco pelo, hocico alargado, y con unas ganas locas de salir a la calle a pasear. Siempre encerrado en el corral, se moría de gusto cuando le sacabas la correa y veia que se la ibas a atar. Era entonces cuando sacaba todo su nerviosismo y, si lograbas ponersela, escapar corriendo hacia la puerta de la calle como gritando "¡¡¡Libertad!!!"
Recuerdo las veces que le sacaba, solo o con mi primo, a pasear por los caminos de huertos en mi pueblo. El era feliz así, libre, pisando la hierba y olisqueando casi cualquier cosa con el poco olfato que aún poseía, al que le acompañaba ya una pequeña sordera. Pero era el perro de mi abuela, el perro de mi primo... mi perro.
No perdonaré la forma en que se le trató en casa. Sé que antaño las cosas eran así, pero no soportaba verle encerrado. Es por ello que en cuanto podía, le dejaba suelto por casa para que pudiese campar con libertad. El pobre, cuando hacía esto, pensaba que le iba a sacar a pasear y dejaba escapar algún meo en cualquier lado... Pobrecillo.
Y ahora, que me han dado la noticia, todo ello se ha magnificado. Siento no haberle sacado lo suficiente, siento haberme olvidado muchos días de el, siento no haberle acariciado lo suficiente, siento haberle prometido infinidad de veces "mañana te saco!"... Lo siento, scuby. Te aseguro, allá donde estes, que si pudiese ahora mismo te cortaba un queso entero a trocitos para que te lo comieses agusto.
No sabes cuánto te hecho en falta. De verdad.
10/4/08
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