Sin manecillas en el reloj

11/7/11

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Ocurre, que algunas noches las barras de los bares atienden almas solitarias que un dia perdieron su camino mientras en un segundo plano los strokes desgarran con sus guitarras en el improvisado fondo musical. Ególatras, narcisistas y nihilistas de barrio desfilan con sus desdichas y prohezas haciendo ver que compiten por la más increíble de las historias, cuando en realidad tan sólo compiten por quién castiga más su hígado para tratar de curar su maltrecho corazón...

- 17.

- No por favor...

- 17 fueron los segundos que tardé en reaccionar antes de apagar las luces de la habitación. 17 los momentos que la engañé, deteniendo sus andares de chiquilla entre callejones y esquinas. 17, los besos que pensaba regalárselos entre susurros y gemidos, y que ahora guardo encajonados junto a él, mientras recorre las calles de una ficticia París.

La compañía era afable, y además de rendir cuenta de cuantos vasos se diluian entre el humo de los cigarros también era buena consejera.

- Gilipolleces. Eres un MACHO. Y los MACHOS no lloran. Si te negó, ¡que le jodan! Tu vales mucho más que una puta cara bonita. Créeme, no era para nada especial joder. Te diré tres cosas. La primera es que NADIE en este mundo puede hacerte daño más que tú.

- Bien. Muy sentimental. Ahora viene la segunda... Sorprendeme.

- Para poder querer, primero has de quererte a tí mismo. Y sólo hay que verte en este estado de semi-inconsciencia etílica. Venga... no me apetece arrastrarte hasta tu cama, ¿sabes?

Una larga pausa pareció desahogar la conversación. Como si de respirar se tratase, sucumbieron en miradas hacia el infinito chocante dentro de las cuatro paredes de aquel pub. En aquel momento de la noche, cualquier pretensión de lograr un momento de lucidez que esbozara minimamente la toma de una decisión se presentaba arduo difícil. Sin embargo, como habitualmente pasa cuando lo inesperado sucede, simplemente ocurrió. Alineación planetaria o un poco de magia, o tal vez una mezcla de ambas, pero ocurrió.

- Te has olvidado de la tercera.

- ¿Qué?

- La tercera. La tercera cosa. ¿No eran tres?

- Si... No voy a permitir bajo ningún concepto que nadie te quite tus ganas de vivir. Si tengo que vetar tu puto culo en todos estos antros, si he de ahuyentar cualquier amago de tus idas de olla o si he de pegarte cuatro ostias, lo haré. No dudes que lo haré. Así que vamos a ponerle solución a toda esta mierda. Tú. Yo. Ahora.

En ese momento no lo sabían, pero lo que acababan de sellar haría que ya nada volviese a ser igual...